miércoles, 27 de junio de 2012

Engañar para vivir


Mentir es una importante herramienta para la supervivencia en los seres humanos. En una especie social como la nuestra, la mentira es un fundamento del mantenimiento del grupo. Mentimos consciente e inconscientemente y nuestras mentiras pueden resultar extraordinariamente sofisticadas e incluso necesariamente aceptadas como en la aplicación de los eufemismos.

Pero en la naturaleza no hay mentiras, hay engaños, distracciones, disfraces. Son mentiras necesarias para sobrevivir.
Creo que se podrían agrupar en dos grandes conjuntos: disfraces y camuflajes. Ambos son caras de la misma moneda y ejemplos extraordinarios de la evolución. En el caso del camuflaje el proceso suele producirse por una coevolución del organismo en función del medio físico en el que vive. Evidentemente no es un proceso voluntario, simplemente la mayor o menor supervivencia de cada individuo determina si el camuflaje es suficientemente eficaz. Poniendo un ejemplo negativo: en Asturies no hay saltamontes rojos porque no hay plantas rojas, si aparecen son una señal luminosa para sus depredadores, así que se extinguen antes de poder dejar estirpe.

En el disfraz el juego puede ser tan complejo o más aún. Puede haber disfraces para cazar o no ser cazado  o ambos (un tipo de camuflaje como los insectos palo, o más sofisticados como los camaleones), para atraer (las orquídeas que se disfrazan de escarabajos para atraer a sus polinizadores) o disfraces para parecerse a otro. Puedes parecerte a algo que pase desapercibido (y volvemos al camuflaje) o al contrario puedes hacerte extraordinariamente visible. Visible pero muy parecido a algo con lo que no quieras encontrarte.

En la naturaleza, hacerse muy visible suele significar que eres muy peligroso, que mejor no te acerques, que tienes algo, un veneno generalmente que disuade al resto de atacarte, comerte o ambas cosas.
Así que el disfraz perfecto, o al menos el que más me impresiona, es aquella obra de arte en la que una especie inofensiva se hace parecida de una manera a veces burda, y otras muy detallada, a otra especie peligrosa y reconocible.
En las plantas el parecido suele ser de toda la planta. En los animales el código de colores es la forma más habitual en la que esto ocurre.
De entre ellos, en verano, es frecuente encontrar diversas especies de insectos totalmente inofensivos que muestran un código de colores que les hace parecer peligrosos: amarillo y negro.
Se muestran así "a pecho descubierto" mostrando las señales de advertencia de avispas, abejas, abejorros y otros, pero careciendo de sus armas químicas.
Como ejemplo dos especies de dípteros posados sobre plantas contiguas, que provocaron la alarma escandalosa pero totalmente infundada de mis dos retoños, ambos muy sensibilizados con el tema tras una amarga experiencia el verano pasado en la que intervinieron (en un orden previsible) un palo, dos niños y un avispero. Ahora odian los dibujos de la simpática "Abeja Maya" mientras van descubriendo lentamente los vericuetos de la coevolución.  


Diseño naranja y negro con una clara semejanza a las típicas avispas (Vespa germanica). pero los ojos grandes y unidos, las mínimas antenas y tener sólo un par de alas la delatan. 

Un diseño en amarillo y negro y unas mismas características que la delatan como mosca

1 comentario:

  1. Interesantes reflexiones... los lios que nos ocasiona decir la verdad nos hace mentirosos compulsivos. Por lo menos a los bichos les da resultado,, a nosotros se nos nota en la mirada. Un saludo

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